Historias paralelas de la modernidad capitalista
La visita de Clooney me hizo recordar la historia moderna de las Filipinas. Estuve en ese país en 2010, específicamente en la zona cafetalera de la isla de Luzón, una zona muy parecida a nuestra cordillera central de Puerto Rico. Allí fui testigo de la brega de los pequeños agricultores independientes por hacer rentables sus cosechas. Aprendí sobre la suerte de la industria del café en Filipinas una vez Nestlé empezó a comprar terrenos en la zona y a homogeneizar la siembra del grano con un tipo de semilla transgénica. El café transgénico representa un ahorro en costos de producción porque la maduración de la semilla se provoca químicamente y ahorra el tener que recoger el café a mano. Los productores locales de semillas Arábica no pudieron competir y ahora trabajan cosechando un café de una calidad muy inferior.
La zona sigue igual o más pobre que antes, y en su suelo ahora solo se puede cosechar esa semilla introducida por Nestlé. Entre los efectos la acaparación del mercado, el más terrible es sin duda el cambio drástico en la cultura del café en Filipinas, en el que fuera de los hipsters que puedan pagar un buen café espreso, el resto de la población consume Nescafé instantáneo.
Las Filipinas y Puerto Rico comparten una historia colonial que nos ha dejado huellas en común. En el 2010 sentí una afinidad trágica con Filipinas que no había sentido con ninguna otra isla del Caribe. La afinidad es difícil de describir sin ser malentendida y tiene que ver con una nueva forma de ser colonia. En San Juan y Manila te sientes inmersa en un andamiaje de colores brillantes, letreros con grandes promesas, pero todo está roto o mohoso o podrido. Es la estética que resulta de construir para impresionar, no para funcionar y mucho menos para durar.
Aun así, en el 2010, Filipinas contrastaba en mi cabeza con Puerto Rico. En Filipinas la agresividad y el saqueo habían ya dejado una ciudad inservible con apenas un bolsillo amurallado reservado para que los ricos jóvenes vivieran su fantasía de estar en una gran metrópolis.
Las Filipinas no es ajena a las tragedias. Los filipinos eran (¿son?) muy negros, estaban (¿están?) muy lejos de los imperios. Filipinas siempre fue la colonia más abandonada por los españoles y luego de 1898 por los americanos. “Menos mal que nosotros no estamos así, de nosotros siempre se han ocupado un chin más.”, reflexionaba yo para matizar con un gradito de superioridad la ansiedad que me provocó mirarnos en aquel espejo.
Pero nadie está a salvo de las garras, cada vez más sofisticadas, de los imperios. Y para las multinacionales todos somos colonias.