Movimientos de masas y la extrema derecha: los chalecos amarillos
La importancia y las limitaciones de la espontaneidad
Es bien conocido que el surgimiento de estallidos sociales espontáneos ha sido el objeto de mucho análisis de parte de los revolucionarios y teóricos marxistas. La inevitabilidad de estos brotes sociales espontáneos resulta del carácter desigual del proceso de lucha de clases mismo, en que se alternan períodos sucesivos de auge y repliegue, puntuados por grandes ‘saltos’ adelante y retrocesos. La relativa autonomía del proceso de lucha de clases con relación a las crisis económicas bajo el capitalismo, además del factor subjetivo del elemento ‘consciente’, una dirección política revolucionaria capaz de insertarse en el proceso de lucha clases para profundizarlo, también figuran como elementos influyentes en el proceso histórico.
La historia enseña que si bien la mera existencia de una ‘dirección política’ de por sí es insuficiente para llevar un proceso revolucionario lo suficientemente lejos, un brote espontáneo de las masas nunca podrá convertirse en un movimiento verdaderamente revolucionario sin que se organice una dirección política adecuada. En la medida en que se organiza a tiempo una dirección política revolucionaria, estos movimientos espontáneos o pueden desarrollarse en una intentona verdaderamente revolucionaria o sucumbir a la degeneración.
¿Cómo deben los revolucionarios responder al auge espontáneo de las masas? Primero, hay que entender que todo brote espontáneo tiene que contener, por necesidad, elementos heterogéneos y políticamente contradictorios. Esto resulta como una función de la toma de consciencia entre las masas, la cual procede de manera desigual y discontinua. Las razones por esto son muy complejas pero tienen que ver, en general, con el carácter individual de la adquisición de la conciencia política. Como tal, la tendencia de despachar o minimizar el significado de un brote espontáneo de las masas con argumentos sobre su carácter heterogéneo, confuso y hasta contradictorio representa un grave error. Los comunistas tienen la obligación de someter estos fenómenos a un análisis riguroso, descubrir sus orígenes, identificar todas sus tendencias internas progresistas y, donde posible, insertarse en estos procesos con el objetivo de fortalecer y profundizar todo germen de contenido revolucionario interno.
Segundo, aun cuando se reconocen las numerosas deficiencias de los movimientos espontáneos (Por ejemplo: su perspectiva táctica confusa, las contradicciones dentro del conjunto de sus demandas, lo susceptible que son al oportunismo, etc.) ningún socialista puede pasar por alto las importantísimas lecciones que éstos pueden aportar a una organización de dirigentes políticos revolucionarios. La actitud prepotente de que las lecciones sólo fluyen desde la ‘dirección’ hacia las masas, más que incorrecta, es dañina. De estos brotes espontáneos la dirección política debe aprender qué consignas generar, cómo definir las tareas tácticas concretas del momento y cómo entender la correlación entre clases dentro de una coyuntura determinada. Una dirección política sólo se merece dicha distinción en la medida en que ésta establece una relación estrecha y recíproca con las masas de la clase que pretende dirigir, y particularmente con los elementos más activos de ella. Si bien las masas aprenden y se transforman en fuerza revolucionaria mediante la intervención de una dirección política auténtica, los revolucionarios también aprenden y se transforman al calor de su estrecha relación con las masas.
Finalmente, los socialistas deben reconocer, honestamente, que el auge del movimiento espontáneo representa una señal para ellos mismos. El que surja un movimiento espontáneo sin una dirección política adecuada impone responsabilidades no tanto en las masas sino en los que portan el estandarte de la revolución socialista. La verdad es que nunca hay, en términos históricos, un movimiento puramente ‘espontáneo’ ya que los remanentes de la actividad revolucionaria consciente siempre sobreviven de una forma u otra. Lo que se conoce como ‘movimiento espontáneo’ representa la actividad autónoma de las masas la cual surge fuera del control directo de las organizaciones de izquierda ‘formales’. En este sentido, los comunistas organizados tienen como deber mirar introspectivamente para identificar las razones por las cuales las masas se ven en la obligación de actuar independientemente de ellos en un momento determinado y hacer los cambios debidos para ganar su simpatía. No hay derecho inherente a la simpatía de las masas o que éstas reconozcan como ‘dirección’ a una organización política determinada. Tal reconocimiento sólo surge como el producto del trabajo paciente y continuo de explicar, de batallas compartidas, y de la demostración en la práctica de una perspectiva política correcta.
Los chalecos amarillos y la extrema derecha francesa
Es indudable que dentro del movimiento de chaleco amarillos hayan elementos de la extrema derecha. Como hemos explicado, no puede ser de otra manera. Al mismo tiempo en que el vacío político creado por las traiciones de la alta burocracia sindical así como la socialdemocracia deja a las masas obreras susceptibles a la demagogia derechista, los ideólogos del fascismo han demostrado a través de la historia gran habilidad de aprovecharse del deterioro de las condiciones sociales que produce el capitalismo para ganar adeptos entre las masas obreras.
El caso francés actual tiene muchos paralelos con la situación en Alemania después de la primera Guerra Mundial en que el auge revolucionario de las masas obreras entre los años 1918 y 1923 fue traicionado varias veces por la socialdemocracia alemana. Tal situación jugó un papel determinante en el alza del fascismo, cuya ‘legitimidad’ fue facilitada por la misma burguesía liberal.
Hoy, el dramático giro a la derecha entre todas las tendencias capitalistas se refleja más claramente en el continente europeo con el abrazo abierto de figuras como Marine Le Pen de la RN en Francia, Gauland de la AfD en Alemania, y Salvini de la Lega Nord en Italia. Las traiciones de las organizaciones laborales y de izquierda tradicionales no sólo han provocado a las masas a actuar fuera de los instrumentos tradicionales sino que han creado el espacio para que los derechistas posen como portavoces de las masas. (Eso ha sido el caso con el RN en Francia que no sólo se declaró en contra del aumento de los impuestos sino que ha abogado por la disolución de la Asamblea Nacional en su cínico intento de proyectarse como defensores de los más vulnerables.) Al argumentar que los comunistas deben mantenerse al margen de estas luchas por la filtración de elementos degenerados, particularmente bajo las condiciones actuales del auge derechista, es igual a cederle el terreno a esta misma extrema derecha para que siga envenenando a los sectores más vulnerables y rezagados de la clase obrera.
Bajo las condiciones actuales, el trabajo de los socialistas en Francia consiste en las siguientes tareas concretas:
- Identificar y estrechar lazos con los elementos más progresistas dentro del movimiento amplio actual;
- Aislar políticamente a los elementos degenerados y denunciar a todos los oportunistas que ayer hacían eco del gobierno y hoy buscan ‘capear la ola’ para adelantar sus propios intereses;
- Prestar claridad a, y donde posible extender, las consignas progresistas surgidas orgánicamente de las masas mismas;
- Fomentar todas las tendencias progresistas hacia la auto organización y la iniciativa revolucionaria independiente de las masas.
Estas tareas, además de la audacia revolucionaria, requieren la paciencia y la consistencia de elementos genuinamente socialistas. Sólo así se dará paso a una reorganización revolucionaria.
En Puerto Rico, nos falta mucho por aprender de estas experiencias. Sin embargo, como fue numerosas veces a través de la historia, Francia se ha convertido otra vez en un laboratorio de coraje revolucionario. A nosotros en Puerto Rico nos corresponde evaluar críticamente y sacar las lecciones debidas.