Rocketman: rehabilitación
Hay en el filme la tendencia a sugerir que los problemas emocionales de John son consecuencia de un ataque por dos flancos freudianos: un padre (Steven Mackintosh) displicente, distante y despreocupado con su hijo, y una madre (Bryce Dallas Howard) displicente, distante y despreocupada con su hijo. Aunque no se declara en ningún momento, sentimos que la homosexualidad de John se le está atribuyendo a los conflictos materno-paternales del niño, lo cual es absurdo. Sin embargo no se hace mucho hincapié en ello, y no interfiere con las complejidades emocionales que se van manifestando en el artista según asciende a la fama.
Ese primer momento de la vida de alguien en que se sabe que se ha traspasado una puerta que está cerrada para la mayoría de los que pretenden hacerse de una carrera en el mundo de la música popular, es de gran efectividad cinemática y está propulsada por los ritmos que hipnotizarían a su seguidores. Siempre está en primer plano que John necesitaba (todavía es cierto) al letrista Bernie Taupin (Jaime Bell) para conseguir plasmar canciones que el público pudiera aceptar desde el punto de vista afectivo. Ray Williams (Charlie Rowe), uno de sus primeros manejadores, es quien los junta. Es una de esas cosas que suceden en la música que uno podría llamar destino, pero que en realidad es conocimiento, tanto del agente como el de los músicos, que se dan cuenta del valor que tiene el talento de otro y como se relacionan distintos aspectos del arte para hacerse mejor. Es el ápice triunfal de la colaboración sin celos, porque en algunos casos las cosas son evidentemente mejor en simbiosis que en individualismos.
No es tampoco fortuito que el debut norteamericano para John y su grupo fuera el legendario Troubadour en Los Ángeles y que estuvieran por allí media docena de astros del rock-and-roll para oírlos. Ya para entonces Elton John había aceptado su orientación sexual y, en una fiesta post triunfo en casa de Mama Cass (parte del cuarteto The Mamas and the Papas; aquí la cronología de la relación es fatula—se conocieron mucho antes—, pero no altera el ritmo de la historia) cae bajo la seducción de John Reid (Richard Madden) quien eventualmente también sería manejador de Queen. Se convierten en amantes y se desarrolla una relación llena de turbulencia y desafueros que podemos predecir que ha de terminar rota.
Hay varias cosas del filme que son notables. Una es que Taron Egerton canta las canciones y lo hace muy bien. Lo más importante, sin embargo, es que este joven actor rinde una actuación compleja, de matices dramáticos que incluyen el desdén personal y una deficiencia de autoestima que nos conmueve. Es tanto su odio propio que no puede distinguir entre los que lo estiman y quieren de verdad (como es el caso de Bernie Taupin) y quienes lo desean carnalmente y quieren explotarlo, como es el caso de John Reid. Curiosamente, su abuela materna Ivy (la gran Gemma Jones) es alguien que verdaderamente lo quiere, pero no figura mucho en su vida adulta. Uno se pregunta como una mujer sensible y amorosa tuvo una hija como la suya. Pero sabemos que, cómo terminan siendo los hijos, muchas veces es una lotería.
Se distinguen las actuaciones de casi todo el elenco y brillan el guion y la dirección del filme. Al final tenemos información de lo que sucedió después que John, luego de un intento suicida y un ataque al corazón —tanto físico como emocional— decidió entrar a rehabilitación y salvarse. En eso la vida de John fue mejor que la de Freddie Mercury, y, tal vez por eso, este filme es mucho más optimista. Pero creo que es cómo está concebida la cinta y el personaje de John lo que la hacen memorable.